martes, 9 de agosto de 2011

8° audiencia. Dia 8 de agosto



Danos 3 ó 4 nombres y te vas



Luis y Mónica Rafaghelli secuestrados en abril de 1976 en Necochea declararon ayer en el juicio que se le sigue a militares y policías por los crímenes cometidos en lo que se llamó el circuito represivo Necochea - Mar del Plata durante la última dictadura cívico militar


“Operativo tordo”. Así llamaron los policías y los militares al secuestro del entonces abogado Luis Rafaghelli y su hermana Mónica, ocurrido en Necochea el 20 de abril de 1976. Los dos fueron alojados en la comisaría cuarta de Mar del Plata, previo paso por la comisaria 1° de Necochea y torturados en el centro clandestino La Cueva. Ella fue liberada a los 20 días y él, 4 meses después. Ayer declararon en el Tribunal Oral Federal 1 (TOF1) donde se juzga a 8 militares, 7 policías y un civil por los crímenes cometidos en el circuito represivo Necochea – Mar del Plata. Su testimonio complicó a cuatro imputados.
Luis Rafaghelli tenía 26 años cuando fue secuestrado en su estudio de Quequén donde ejercía su profesión de abogado laboralista. Ayer, a punto de cumplir los 62 años volvió a contar aquel infierno ante los jueces Alfredo Ruiz Paz (presidente), Lidia Soto, Elvio Osores Soler y Daniel Cisneros.
Cuando la patota compuesta por militares y policías llegó a buscarlo, Rafaghelli no estaba. Allí encontraron a una joven de 18 años que trabajaba como secretaria del abogado. Cuando supieron que era la hermana del buscado le pegaron hasta que se orinó encima. El grupo eran personas vestidas de civil y, entre ellos, había al menos dos policías: Mario Jorge Larrea y Adriano Argüello, ahora sentados en el banquillo de los acusados. Rafaghelli reconoció a Arguello como el policía que le pudo una pistola 45 en la cabeza apenas entró al estudio. Al comisario Larrea le pidió explicaciones, lo conocía por concurrir seguido a la comisaría primera de Necochea por trámites laborales. El oficial le respondió cumplimos ordenes del Ejército. En el estudio fue la primera sesión de torturas: una paliza con golpes de puño y palazos.
Tirados adentro de un auto, los llevaron a la comisaría primera. En el auto nadie hablaba, los secuestradores se comunicaban con chasquidos de dedos y señas. Sólo dijeron “Operativo tordo” para que los dejaran entrar a la dependencia policial. Allí recibió otra golpiza que lo dejó al borde del desmayo. Le dijeron: “Danos tres o cuatro nombres y te vas. Sino te mandamos a Sierra Chica”.
El testigo contó que en ese momento de golpes e interrogatorio volvió a aparecer Larrea, quien le levantó la capucha y le dijo “no tome agua doctor que le va hacer mal”. También recordó que tiempo después de su liberación, el comisario Héctor Francisco Bicarelli –otro de los imputados-, le dijo que había una guerra contra la subversión y que se cuidara.

Rafaghelli le aseguró al tribunal que Bicarelli y el ex coronel Jorge Luis Toccalino eran los encargados de las acciones en Necochea. Remarcó que había un coronel de apellido Coronel que era el emisario político de los militares, pero que Toccalino estaba a cargo de los operativos.
Una semana atrás el imputado Toccalino dijo ante el tribunal que su misión en Necochea había sido “hacer trabajo social para acercar al Ejército y a la población”
A la madrugada, los hermanos Rafaghelli fueron llevados a Mar del Plata y alojados en la comisaría cuarta. Mónica fue a un pabellón con otras mujeres, entre quienes estaban María Eugenia Vallejo y María Esther Martínez Tecco.
Luis fue llevado a un calabozo individual y allí estuvo 37 días incomunicado. Una semana después de su llegada a la comisaría, los dos hermanos fueron llevados al centro clandestino de detención que funcionaba en la Base Aérea conocido como La Cueva. Mónica pudo zafar de la tortura porque le agarró una crisis de nervios y uno de los interrogadores dijo que así no se podía trabajar.
En cambio, Luis fue torturado con picana durante una hora. Ayer recordó que el interrogatorio era muy general, nada específico. Le preguntaban por el abogado Roberto Centeno –secuestrado y asesinado en la Noche de las Corbatas, en 1977-. La segunda sesión de torturas fue días después, también en La Cueva.
A los 37 días, Rafaghelli fue llevado a un pabellón común en la comisaría cuarta. Allí conoció al periodista Amílcar González, secuestrado el mismo 24 de marzo de 1976. También estaba Rubén Santiago Starita del sindicato de Guardavidas y Félix Gutiérrez, delegado gremial de la empresa de ascensores Volta. Ambos permanecen desparecidos.
Con el tiempo, Rafaghelli comenzó a recibir vistas de sus padres, hermanos e hijos. El 16 de agosto le dijeron que se iba y lo llevaron esposado frente al coronel Pedro Barda, jefe de la subzona militar 15 y dueño de la vida y la muerte en toda la región. Recordó que lo hizo pasar a su oficina y que le dijo que quedaba en libertad pero le advirtió que si había otra denuncia en su contra “volvía otra vez pero con los pies para adelante”.
Barda tenía una Biblia sobre el escritorio, y el testigo no dudó en decirle que el comportamiento que habían tenido con él no se parecía a lo que ese libro predicaba. Sin inmutarse el coronel le dijo que se libraba una guerra y que “todo sospechoso era culpable hasta que se probara lo contrario”. Le dijo que había sido torturado durante su cautiverio y Barda respondió que era parte de la metodología.
Hoy, Rafaghelli está convencido que fue secuestrado como represalia por su profesión de abogado laboralista. Sabe que algún empresario lo denunció por defender a los trabajadores. Su participación como defensor de un delegado gremial de un astillero en Necochea no fue perdonada.
A su turno, frente al tribunal, Mónica también recordó al comisario Biccarelli. Ya en democracia el oficial retirado trabajaba como seguridad en los supermercados Toledo de Necochea. Se sabía cercado por la Justicia y un día vio a la testigo en la calle. Se le acercó y le dijo: “dicen que yo estoy involucrado con la represión. ¿Usted se acuerda de algo?”. Rápida de reflejos, la mujer respondió que no. Ayer lo nombró ante el tribunal que juzga al ex comisario.

Olvido selectivo
Miguel Ángel Nicosia era amigo de la infancia de Luis Rafaghelli en Lobería. Ambos vivían en la misma cuadra. En La Plata compartieron algunas cátedras de Derecho, pero luego de algunos años se separaron.
Nicosia pidió prórroga para hacer el servicio militar porque quería terminar la carrera. En abril del 76, se terminó el plazo y cumplió funciones como administrativo en el Gada 601. Allí volvió a saber de su amigo: lo vio en un listado que él tenía el trabajo de pasar a máquina y que decía “detenidos a disposición del PEN”. Nunca dijo nada hasta que en los años 80 se reencontró con Rafaghelli en un juzgado de La Plata y le contó aquel episodio. El testigo entendió que su amigo había intercedido en cierta forma ante su superior para ayudarlo.
Nicosia declaró ayer en el juicio. Lo único que recordó fue el listado. Nunca supo quien le entregaba esas listas para que las pase en limpio y tampoco recordaba el nombre de sus superiores. “no me acuerdo con quien estuve la semana pasada, menos me voy a acordar lo que pasó hace 35 años”. Esa fue su frase más repetida. Luis Rafaghelli lo veía y escuchaba sentado en la sala de audiencias.


Por Federico Desántolo

No hay comentarios:

Publicar un comentario