martes, 30 de agosto de 2011

audiencia 11º, día 29 de agosto.



Bicarelli, un policia con mucho poder


Un ex detenido desaparecido aseguró que el imputado lo secuestró y torturó. Otro testigo dejó al descubierto la relación del ex policía con las fuerzas represivas en Necochea.
El discurso del 1º de mayo de 1976 del ministro de Trabajo, coronel Horacio Liendo, motivaba a los carceleros. Cuando el funcionario decía en cadena nacional que había que unirse para combatir la subversión, los soldados que trasladaban a un grupo de detenidos de Sierra Chica a la cárcel de Devoto descargaban su furia contra los trasladados. Golpes de puño, patadas y palazos dentro del camión del Ejército argentino.
El abogado Martín Garamendy recordó ayer frente al Tribunal Oral Federal 1 (TOF1), que juzga a 16 imputados por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar, aquel viaje y señaló al ex comisario Héctor Francisco Bicarelli como a uno de sus secuestradores y torturadores.
Cuando se produjo el golpe de Estado en marzo de 1976, Garamendy que militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) había dejado la facultad de Derecho y se había vuelto a Necochea. En la casa de su mamá, en la avenida 2 y la 89, un grupo de militares y policías, lo secuestró el 25 de marzo. Entre los captores estaba el oficial Bicarelli, quien dudó en ejercer la impunidad de aquellos días. Según el testigo, primero le puso una escopeta de dos caños en la boca y así lo llevó desde el ascensor hasta el auto. Luego, durante el primer interrogatorio en el destacamento de playa Díaz Vélez, mientras todos lo golpeaban con patadas y trompadas, el comisario lo hacía con un fierro y aumentaba su castigo si el detenido perdía el equilibrio y caía al piso.
La madrugada del 26 de marzo, Garamendy y otros dos militantes peronistas –Mario De Francisco y Omar Basave-, fueron trasladados a la comisaría cuarta de Mar del Plata. Allí fueron alojados con otros detenidos políticos y fueron sacados de sus calabozos para ser interrogados bajo tortura en el centro clandestino de detención “La Cueva” que funcionó en la Base Aérea local. Garamendy recordó que en los interrogatorios le preguntaban por sus compañero de militancia de Mar del Plata, pero como él había dejado la ciudad un año atrás nunca supo que decir. También reconoció que el excomisario Marcelino Blaustein –imputado en la causa- era el único oficial que mantenía contacto con los detenidos y les informaba cual era la situación de cada uno e incluso algunas vez permitió que nos llegara la comida que nos enviaban los familiares.
Según el informe de Dirección de Inteligencia de la Policía bonaerense (Dipba), Garamendy era un integrante operativo de la organización Montoneros. Así fue que a finales de abril del 76 fue trasladado por error junto a otros detenidos a la cárcel de Sierra Chica. Allí pasaron unos pocos días y luego fueron llevados a su destino original: la cárcel de Devoto. Aquel traslado fue la noche del 1º de Mayo, cuando los carceleros los “molieron a palos” siguiendo por radio el discurso del por entonces ministro de Trabajo, el coronel Horacio Liendo.
Garamendy estuvo detenido en Devoto hasta febrero de 1977. Luego volvió a Necochea y se presentó ante la autoridad militar para informar que había sido liberado y que había cumplido su castigo. El coronel Pedro Barda, jefe de la subzona militar XV, le dijo que abandonara la militancia que estudiara y que una vez por mes lo visitara en el regimiento. El testigo entendió que le pedía que fuera “informante” y decidió hacer lo contrario: pasó a la clandestinidad y luego emigró a Suecia.
Ya en democracia y devuelta en Necochea, Garamendy tuvo que soportar la constante intimidación de Bicarelli que ya era comisario y un hombre con mucho poder. El policía le hacía llegar distintos mensajes diciendo que todavía lo vigilaba o que aún se ocupaba de él.
Mario De Francisco declaró después de su amigo Garamendy. Los dos compartieron el cautiverio en la comisaría cuarta y fueron llevados juntos a “La Cueva” donde fueron torturados salvajemente.
El ex militante de la JP fue detenido la misma noche que Garamendy. Estaba en un boliche de Necochea y de pronto se prendieron las luces, un policía lo señaló y un grupo de personas pertenecientes al Ejército Argentino lo sacaron del lugar. Al día siguiente ingresaba a la comisaría cuarta de esta ciudad donde pasaría 15 días para luego ser liberado.
Los hermanos menores de Mario, Juan Carlos y José Luis también declararon ayer frente a los jueces Alfredo Ruiz Paz (presidente), Lidia Soto, Elvio Osores Soler y Daniel Cisneros. Los dos militaban el JP cuando se llevaron a su hermano. Juan Carlos lo hacía en La Plata y José Luis en Necochea. Ambos tuvieron que vivir el cautiverio de Mario escondidos porque sabían que a ellos también los buscaban.
José Luis militó con Garamendy y aún son amigos, ayer contó que el abogado le contó en más de una oportunidad que Bicarelli había estado en su secuestro y en la primera sesión de torturas.

Al borde del desmayo
Adolfo De Francisco es primo de Mario, de José Luis y Juan Carlos. Pero llamativamente no fue presentado como un testigo de la querella. En su breve a locución resaltó “la valentía del comisario Bicarelli” quien lo salvó en abril de 1976 cuando fue detenido por la Prefectura Naval en Necochea.
El testigo contó que en un control vehicular fue confundido con uno de sus primos –conocidos militantes de la JP en Necochea-, y detenido por un grupo de la Prefectura. Lo cierto es que el padre de Adolfo había sido compañero de la Colimba del papá de Bicarelli y le pidió una mano. Juntos fueron a ver al oficial. A los pocos minutos estaban los tres en el cuartel de la Prefectura. Fue el comisario quien discutió con el prefecto a cargo de De Francisco para lograr que lo liberaran.
De Francisco no sólo intentó ayudar a Bicarelli sino que también aprovechó para agraviar al testigo Garamendy, quien ayer complicó la situación del ex comisario.
Lejos de colaborar para alivianar la situación de Bicarelli, el testigo, con su testimonio, dejó en claro la relación del imputado con las fuerzas represivas y su influencia capaz de salvarle la vida a una persona.
Tras la declaración de De Francisco, Bicarelli sintió un sofocón e intentó ponerse pie pero tuvo que ser sujetado por personal del Servicio Penitenciario para no caerse. Los paramédicos dijeron que se trató de un trastorno de ansiedad. Su abogado solicitó al tribunal autorización para llevarlo a una clínica y el permiso fue concedido

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